¿Qué nos impide ser felices?

¿Qué nos falta para ser felices?

Por InfoArticulos

Viernes 9 de Mayo de 2025 - 03:59

¿Qué nos impide ser felices?. Foto: Redacción InfoArticulos¿Qué nos impide ser felices?. Foto: Redacción InfoArticulos

En una entrevista reciente, Eduard Fernández confesó: 'Me gustaría no ser envidioso, pero no lo conseguiré, así que lo asumo y ya está. Me digo: ¿de qué tengo envidia? ¡Si me va muy bien!' Estas palabras demuestran que, además de ser un gran actor, Fernández debe de ser un tipo valeroso y honesto: hay que serlo para decir una cosa así, porque quien confiesa que envidia confiesa que se siente inferior; también, que no es un hombre particularmente feliz.

No puede serlo un hombre envidioso. En La conquista de la felicidad, Bertrand Russell argumenta que una de las causas fundamentales de nuestra infelicidad es la envidia (otra, además yo, es el miedo: por eso Walter Benjamin escribió que la felicidad es el resultado de superar los obstáculos y alcanzar la libertad). También piensa que la envidia es, en parte, la expresión inevitable de un 'dolor heroico' –el dolor de quienes caminamos a ciegas en la noche– y que, para salir de esa oscuridad sin esperanza, el ser humano debe aprender a transcender su yo y a adquirir 'la libertad del universo'.

El cine y la literatura le han dado muchas vueltas a este infortunio. En Amadeus, Miloš Forman dramatizó el calvario que atraviesa un triste, esforzado y mediocre Antonio Salieri a manos de la genialidad precoz, alegre y gamberra de Mozart. Menos conocido, pero no menos memorable, es un relato también protagonizado por músicos, obra de Dino Buzzati: 'El músico envidioso'. En él se refiere la historia de Gorgia, un compositor a quien todo le va tan bien como a Eduard Fernández –es famoso, tiene dinero, goza de buena salud y de excelente reputación–; su desgracia es que padece una envidia tan enfermiza que su mujer y sus amigos, apiadados de él, intentan ocultarle la aparición de un genio musical, y que, cuando el desdichado Gorgia lo descubre, y para colmo resulta que es un compositor de su misma edad, hasta entonces desconocido y despreciado por todos, se sume en una desesperación sin confines. El final del cuento es un retrato del infierno: para Gorgia, 'toda alegría había acabado. Ni siquiera podía ofrecer ese dolor suyo a Dios, porque, ante esta clase de dolores, Dios se indigna'.

Russell piensa que un antídoto contra la envidia es la admiración: si Salieri y Gorgia hubieran admirado sin reservas a sus dos nombreses, no solo habrían sido menos desdichados; también habrían sido mejores músicos, porque habrían podido aprender de la superioridad de sus rivales. Puede ser. Pero también puede ser que el único antídoto eficaz contra la envidia consista en negarse en redondo a competir con nadie. Salvo con uno mismo.

¿Todo es pernicioso en la envidia? ¿Esta solo acarrea calamidades? Optimista irredento, Russell piensa que no, que la pasión igualitaria, indisociable de la envidia, inspiró la democracia en la Grecia antigua ('Nadie debe sobresalir entre nosotros', decían los ciudadanos de Éfeso para escándalo de Heráclito) e inspira la democracia y el socialismo modernos. También piensa que la envidia es, en parte, la expresión inevitable de un 'dolor heroico' –el dolor de quienes caminamos a ciegas en la noche– y que, para salir de esa oscuridad sin esperanza, el ser humano debe aprender a transcender su yo y a adquirir 'la libertad del universo'.