A lo largo de décadas, desde los años ochenta hasta la actualidad, la tendencia a pagar por contenido legítimo ha sido una constante ausente en el comportamiento de los ciudadanos argentinos.
Por InfoArticulos
Lunes 28 de Abril de 2025 - 09:09
La tribu bohemia de la plataforma de streaming. Foto: Redacción InfoArticulos
Usted siempre ha sido un trucho. La primera vez que se le advirtió sobre la copia de contenido protegido fue cuando intentó grabar el VHS de El Rey León y apareció el logo de un pirata junto con el escudo del FBI y una advertencia que indicaba que si copiaba esa cinta sería arrestado y llevado a Guantánamo.
Después, como nadie se tomó tan en serio esa advertencia, comenzaron a decir que si se copiaba una cinta, automáticamente se borraba la original. Claramente, un valiente se animó y copió el video de la comunicación del primo Lucas y voilà: el original estaba intacto y la copia también.
Los avisos sobre la truchez también llegaron a los DVDs. La misma historia: si lo copias, eres un ladrón y serás fusilado. No se registran vecinos detenidos por haber copiado el DVD de Piratas del Caribe: la maldición del Perla Negra.
Con la computadora pasaba lo mismo. Windows se cansó de bombardearlo con carteles que anunciaban que era un vulgar ladrón, que no tenía licencia, que la licencia estaba por expirar, que el período de prueba había vencido hace seis años, etc.
Con la llegada de Internet, usted se convirtió en un delincuente más grande que La Garza Sosa, el Gordo Valor y los que te hacen la VTV: ¿no descargó música sin respeto alguno por el copyright? ¿No bajó Honestidad Brutal de Andrés Calamaro sin remordimiento alguno?
La truchada no se detuvo. Después aparecieron los pendrives con canciones que se descargaban de computadora en computadora y luego pasaban a reproductores mp3. Más tarde, estaba todo online, subido a YouTube, listo para que cualquiera lo reprodujera.
No hay leyes ni amenazas ni castigos suficientes como para asustar a un trucho de verdad -un trucho de ley, se podría decir-. Esos mismos disfrutan de los pequeños placeres de esa clandestinidad. Hoy patean sin miedo la industria del torrent y trafican contraseñas de Netflix, Prime, Disney+ y Tinder.