La historia de Ochi se ha convertido en un misterio familiar que no encuentra su final feliz

Una película rodada en los bosques de Rumania cuenta la historia de un encuentro inolvidable entre una joven y un ser sobrenatural que habita en el corazón de la naturaleza.

Por InfoArticulos

Jueves 15 de Mayo de 2025 - 04:22

La historia de Ochi se ha convertido en un misterio familiar que no encuentra su final feliz. Foto: Redacción InfoArticulosLa historia de Ochi se ha convertido en un misterio familiar que no encuentra su final feliz. Foto: Redacción InfoArticulos

La película 'La leyenda de Ochi' resultó ser una experiencia desconcertante y fallida. Aunque se hablaba mucho de ella después de su estreno mundial en el Festival de Sundance, donde fue promocionada como un título dirigido a una audiencia familiar por parte de la productora A24, algunas imágenes lograron dejar ver esa identificación.

Entre ellas, aparecen búsquedas estéticas vanguardistas, imágenes registradas desde ángulos de cámara bastante heterodoxos y unas cuantas audacias de orden visual y narrativo. Sin embargo, este afán tal vez no alcanzó para despertar el interés de la audiencia a la que se dirigía este relato.

La historia es demasiado retorcida y sus imágenes excesivamente oscuras. Si en algún lado se escondía la intención de recuperar desde otro lugar algo del espíritu del cine familiar de Steven Spielberg, todo el propósito de hacerlo realidad se quedó a mitad de camino.

El resultado es una historia plana y sobreexplicada. Cuando se hace necesario hablar más para que entendamos hacia dónde van las intenciones y las conductas de algunos de los personajes centrales, es imposible conectar esta historia con el universo de fantasía y magia en el que supuestamente ocurre todo lo que vemos.

El eje del relato es el vínculo que se establece entre Yuri (la joven actriz alemana Helena Zenger) y una extraña criatura que habita en cuevas y escondrijos de la zona boscosa de los Cárpatos. Un ejemplar recién nacido de esa especie (los Ochi del título, suerte de primates de tez blanca y ojos asombrados) descubre que la adolescente puede ser una interlocutora inesperada, comprensiva y protectora.

Entre los dos se establece un diálogo sensorial sobre la base de peculiares ruidos que suenan a priori idénticos pero tienen significados diferentes. Los Ochi son blancos móviles a los que apunta Maxim (Willem Dafoe), decidido a capturarlos porque les atribuye, entre otras cosas, el haberse separado de su esposa (Emily Watson), la madre de Yuri, y transformarla en un ser ermitaño.

Vestido con una anacrónica armadura, Maxim se pone una y otra vez al frente de un batallón de chicos mudos y huérfanos para cazar a sus presas, hasta que se topa con una realidad inesperada: su propia hija quiere proteger a uno de esos bichos y llevarlo sano y salvo hasta su hogar.

La odisea tropieza con las propias incongruencias de un relato que se detiene a cada momento para recargarse de palabras estériles y de tiempos muertos. El misterio se esfuma un poco más ante cada innecesaria exposición verbal de situaciones, hechos y objetos que la imagen ya definió por completo.

Watson, cuyo personaje reaparece casi a la fuerza después de permanecer largos años escondida en el bosque, lleva todo el tiempo la bandera de esos discursos que casi siempre sobran, pero Dafoe no le va en zaga.