La sorprendente actuación del músico en compañía de una destacada bailarina
Por InfoArticulos
Miércoles 7 de Mayo de 2025 - 04:25
La estrella del ballet sorprendió con su talento en el escenario. Foto: Redacción InfoArticulos
Sufro de ese mal odioso, llamado perfeccionismo. Y como todo perfeccionista paso mucho tiempo reflexionando sobre el error.
El error como concepto, fenómeno, institución y rasgo común a todas las formas de vida complejas es enigmático y un poco laberíntico.
Paradojas aparte, da un montón de trabajo definir qué es un error. Polifacético, espectral y camaleónico, no es lo mismo un error en el quirófano que en la prueba de aritmética del tercer grado de la escuela primaria.
Aunque no sea lo más ortodoxo, partamos de una tesis preliminar: no parece haber errores absolutos. Acaso en los lenguajes formales podamos definir reglas para afirmar sin duda que dos más dos no es cinco, sino cuatro.
Fuera de las exactitudes científicas, ¿qué es meter la pata? Claro, sí, todos lo sabemos intuitivamente, pero necesitamos definirlo por completo. ¿Qué es equivocarse?
Si involucra sentimientos, el error queda descartado. Es probable que ese amor sea inconveniente, cuestionable o controvertido, pero qué podés hacer.
Lo que me lleva a uno de los bordes más filosos detrás de todo error: el control. Podríamos pasarnos toda la mañana buscando definiciones, pero los errores son algo que se nos va de las manos.
Nos preocupa la consecuencia de un error, por supuesto, pero también nos afecta el hecho de que esa metida de pata fue un pequeño (o mayúsculo) desliz en nuestra capacidad para gobernar todos los hilos.
Así que sabemos algo de los errores. No son intencionales. Si uno se equivoca a propósito, tiene que presentarse en otra ventanilla, de 8 a 12, en ayunas.
La evolución tiende a eliminar los rasgos que no sirven para nada o, peor, que atentan contra la supervivencia. Así que si seguimos equivocándonos debe ser porque el error cumple una función.
El error enseña, y pocos maestros son tan pertinaces y severos. Pero no habría hecho una introducción tan extensa solo para decir esto, que es, me parece, bien sabido.
Debajo de las lecciones que nos dejan las metidas de pata y cuyas deudas, una vez saldadas, se convierten en eso que llamamos experiencia (y que es una forma de la felicidad), los errores sirven para algo mucho más importante. Nos recuerdan que somos humanos, y nos hacen también —y por lo tanto— más queribles.