La era de las distopías se vuelve cada vez más real.

En este momento, nos encontramos ante una era marcada por el miedo a lo desconocido, donde la única constante es la búsqueda de un futuro más prometedor.

Por InfoArticulos

Domingo 25 de Mayo de 2025 - 09:39

La era de las distopías se vuelve cada vez más real.. Foto: Redacción InfoArticulosLa era de las distopías se vuelve cada vez más real.. Foto: Redacción InfoArticulos

La miniserie El eternauta consolida lo iniciado en 1957, con la publicación de la historieta imaginada y realizada por Héctor G. Oesterheld y Francisco Solano López.

Una distopía argentina se convierte definitivamente en clásico. Es que las distopías suelen tener más éxito que las utopías, como si una oscura atmósfera premonitoria se extendiera sobre la humanidad.

Alimentan a un vasto público ansioso por consumirlas, como afectado por un morbo adictivo que lo impulsa a disfrutar por anticipado de las formas que podrían tomar el fin de nuestra especie.

Distopía (del griego outopia, ningún lugar) define la sombra de lo utópico. Es lo amenazante, lo imperfecto, lo violento, lo desesperanzado, lo caótico.

Muchos autores han planteado distopías en principio como realidades deseables, hasta que se ve su cara real, como ocurre con Un mundo feliz, imperecedero relato de Aldous Huxley escrito en 1931, o Nosotros, de Eugeny Zamiatin.

El cine, la televisión y la literatura actuales son prodigios en distopías y alimentan a un vasto público ansioso por consumirlas, como afectado por un morbo adictivo que lo impulsa a disfrutar por anticipado de las formas que podrían tomar el fin de nuestra especie.

"El eternauta será una distopía optimista, si vale el oxímoron", dice el autor de esta columna.

En ese clima El eternauta será una distopía optimista, si vale el oxímoron. Imagina lo peor (que bajo la forma de insectos gigantes puede representar lo que el espectador prefiera como pesadilla propia) y lo resuelve con una salida utópica, en la que todos son para uno y uno para todos.

Acaso se trate de un nuevo género, necesario en tiempos de egoísmo pandémico, individualismo patológico y soledades disfrazadas de conexión y vacías de comunicación.