La duda es una constante en nuestra vida - LA NACION
Por InfoArticulos
Sábado 26 de Abril de 2025 - 09:37
La duda es una constante en nuestras vidas. Foto: Redacción InfoArticulos
Es curioso que ante la muerte del papa Francisco se escribiera mucho sobre el impacto de su papado en la sociedad, la cultura y la política, pero menos o muy poco del dilema de la trascendencia, cuya resolución positiva –hay algo después– es la razón de ser de la Iglesia. Imposible saber si durante el papado de Jorge Bergoglio creció en el mundo el número de las personas que creen. Pero leído que la actitud abierta que Francisco tuvo hacia ciertas cuestiones espinosas para la doctrina católica habría acercado a un número importante de personas a la Iglesia. Si la fe, más que expresarse en palabras, se vive en el rito, quizá haya más creyentes entre nosotros . Hice la primaria y la secundaria en un colegio católico, pero dejé la práctica religiosa al poco tiempo de egresar. Tiendo a ver al Papa como a un hombre más, un hombre entre los hombres, sin desconocer el peso del cargo que ocupa. Por eso, el Francisco que me gustó más –en medio de aspectos que me gustaron menos– es aquel que fue capaz de prescindir de algunos de los fastos vaticanos para mostrarse como los demás, ya sea en la vestimenta, en el modo de transportarse o en el trato con la gente. El Bergoglio que como arzobispo de Buenos Aires viajaba en subte continuó en aquel que, ungido papa, rechazó los zapatitos rojos que la tradición papal impone y siguió usando los tamangos negros con los que había llegado a Roma. Una sencillez que acaso aluda a lo esencial . En los testimonios que la tele recogió en la Plaza de San Pedro durante estos días, los fieles le expresaban un afecto sincero, desprovisto de la idolatría que suelen inspirar las cabezas máximas de las instituciones regidas por una jerarquía férrea. Hay algo ahí. El ensayista inglés John Gray escribió que la concepción cristiana de la historia entendida como un drama de redención fue desplazada hace ya tiempo por credos laicos como la ciencia y el progreso. Quizá no sea mala idea volver a ella en un mundo en el que, caída la confianza en el progreso, acaso la fe más extrema la profesan quienes rinden culto a la tecnología, en la que incluso depositan sus esperanzas de vida eterna. Curiosa forma de no creer.