La infancia de Ernesto Guevara en la provincia de Buenos Aires fue un momento clave en su formación como persona, donde la vida rural y las experiencias con los peones le dejaron una huella indeleble.
Por InfoArticulos
Miércoles 14 de Mayo de 2025 - 06:26
En un rincón de la provincia de Buenos Aires, existía un lugar que era muy querido por el Che Guevara. Era allí donde se encontraba su esencia y podía conocer al verdadero espíritu del pueblo.. F
La historia del Che Guevara en Portela es una de las menos conocidas. Pero también es una de las más importantes, porque muestra cómo el futuro guerrillero argentino se empapó de la cultura y la vida del pueblo pampeano. En 2021, en la plaza Constancio Vigil de Portela, se inauguró un mural en su honor. Fue realizado con arcilla local, por artistas del Programa Arte Deco de la municipalidad de Baradero. Tiene cuatro metros de largo y fue trabajado con técnica de sustracción, marcando luces, sombras y medias sombras. Ese día estuvo presente Juan Martín Guevara, su hermano. Hoy, ese mural es una de las dos únicas intervenciones públicas dedicadas al Che en la provincia de Buenos Aires. La otra está en Villa Gesell. En Portela, además, hay quienes aseguran que una de las calles del borde del pueblo –sin cartel, sin pompa– lleva su nombre. Y aunque nadie pueda probarlo, tampoco hace falta. Esta historia no busca verificar todo. Hay documentos, sí. Libros, testimonios, ordenanzas municipales que declaran a Santa Ana como Lugar Histórico (1994) y a Portela como sitio de Interés Histórico Simbólico (2018). Hay archivos, como la revista del centenario de Portela, que lo nombran sin dudar. Pero también hay otra cosa: ese intangible pampeano que hace que las historias se transmitan no por exactitud, sino por sentido. Y en ese sentido, el Che pasó por allá. Caminó por estos campos, se empapó de este aire. No fundó nada. No dejó estatuas ni proclamas. Pero dejó una estela de anécdotas, un perfume de infancia que todavía flota entre el olor a tierra, a silo bolsa y a humo de asado. Portela, que nunca figuró en los mapas revolucionarios, guarda uno de los secretos más silenciosos de la historia argentina: la infancia rural del Che.